Qué raro eres, Amor, tú que pareces tan bueno, dulce y
sincero, cómo defraudas, mientes y amargas. Qué extraño eres, Amor, cómo me
recuerdas lo más sentido, sea alegre o deprimido, siento tu presencia conmigo.
Qué cara tienes, Amor, tú que me hiciste ser valiente y decidido, y ahora me
ahogas entre suspiros en un mar profundo de dudas. Que decepción, Amor, yo que
creía en tu gracia y te adoré en silencio, qué tiempos me haces desear que ya
no tengo. Pero te perdono, Amor, perdono lo tirano que fuiste, porque me
hiciste sentir bueno. Te perdono por volverme loco, por llorar de rabia y
sentirme solo, porque sé que nunca lo he estado si caminas junto a mí. Sé que
mis fallos solo son cosas que recordar, cicatrices de antaño que te hacen
aprender a olvidar momentos en los que sufriste y lo pasaste mal, pero en el
pasado están y no volverán jamás. ¿Qué más da, Amor? Si tu nunca me entendiste,
y yo aún estoy entendiéndote a ti. No sé porque me hiciste pensar en que podía
conseguir lo imposible y luego volverme débil y cobarde, mostrando mi mala cara
contra alguien que no la merece. No sé porque me metiste en esta trampa, Amor,
pero podrán soplar tempestades, moverse las montañas y los valles, que ni las
más temible de las tormentas me hará olvidarme de ti.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario