lunes, 27 de septiembre de 2010

Cara o cruz


Siempre se ha representado al héroe clásico como una figura épica, impetuosa e implacable, enfrentándose a múltiples enemigos sin temor alguno a la muerte.

Ese héroe valiente y aventurado, siempre acompañado por sus leales seguidores y fieles compañeros, saliendo airoso de cualquier combate gracias a su soberbia fortaleza y su intrépido valor. El héroe de la luz, del bien, de la amistad y del amor, virtuoso, justo y sabio.

Pero existe otra vertiente de esta legendaria historia, más siniestra, más oscura. Un héroe débil, corrompido y torturado por el mundo en el que vive, alejado de los hombres por miedo a perecer. Olvidado, repudiado por todo ser viviente, condenado a luchar por una causa perdida, sin más razón para seguir que la ilusión de un sueño imposible, tan fugaz y etéreo que se desvanece al más mínimo contacto con la realidad.

El héroe que nadie conoce, que sufre en silencio y pide clemencia al destino para darle la oportunidad de liberar su carga, tan pesada y denigrante, que ni el mismísimo héroe clásico sería capaz de soportar.

He aquí las dos facetas. La alegría y la tristeza comparadas en extremo, como las dos caras de una misma moneda que no para de girar. Ahora bien, me pregunto: siendo yo mismo, ¿quién soy, soy la cara, la cruz, o la mano que lanza la moneda al aire?

domingo, 26 de septiembre de 2010

Mi humilde punto de vista


Muchos se preguntarán si la felicidad se encuentra en el camino, en el destino, o simplemente es como una mariposa que se posa únicamente cuando estás quieto. Yo tengo otra teoría: creo que la felicidad no existe, que todo lo que sentimos y percibimos son meras ilusiones interpretadas por nuestra mente. Creo que el verdadero sentido de la vida está en entender el porqué de esas ilusiones, en saber cuando uno es realmente feliz o es solo un desliz del azar que ha querido colarse en nuestro pensamiento. Todo es relativo, cada acción desencadena innumerables consecuencias en distintas dimensiones de lo que nosotros llamamos realidad. Lo que nosotros percibimos como tiempo no es más que un concepto volátil, algo que se sucede en instantes, momentos de los cuales somos capaces de extraer una sensación. Cada sensación se interpreta de manera propia, cada impulso de nuestro ser provoca en nosotros una variedad de elecciones interminable, juzgada solamente por las mismas sensaciones que la han provocado. De esa elección depende nuestro estado de ánimo, si estamos seguros de nosotros mismos o nos arrepentimos de lo que hemos decidido. Si somos realmente felices, o sólo es una interpretación errónea e ingenua de la realidad. Siendo francos, la verdadera felicidad se encuentra en nosotros mismos, en sentirnos bien estemos como estemos, ya sea por lo felices que somos o lo desgraciados que podemos llegar a ser.